jueves, 22 de marzo de 2018

Cariño, por mi puedes morirte de frío.

Si te escribiese una carta te diría que no volvieses. O al menos que no volvieses a pisar mi casa cuando hayas bebido las suficientes copas como para jurarme que me quieres y me quieres.



Te diría tantas cosas que en vez de una carta tendría que publicar un libro 
y en su presentación honrar tu foto como 
"el chico con las manos grandes y el corazón pequeño".




Tendría que tener los suficientes capítulos como para que tu mente simple adquiriese la capacidad de comprender todos y cada uno de los días que me hiciste pasar, así que para facilitar la tarea las páginas serian negras (como tu futuro), la letra roja (como la sangre que dejamos en que esto funcionase) y el título verde (como te suelo poner cada vez que oigo entre risitas, enfermedades venéreas y cuchicheos tu nombre).




El libro no tendría más precio que la sonrisa en la cara de quien al leer tal aberración supiese de qué estoy hablando y con el gesto de un traidor cómplice admitiese mi dolor y tu derrota.


¿El final? 



El final del libro serías tú recibiendo esta carta y rompiendo a llorar.

Sujetándote el corazón con una mano y el orgullo con la otra.
Elevando ambas y rezando a todos los dioses en los que nunca has creído.
Rezando, suplicando por que la única idiota que descubrió que sólo eras un niño perdido
volviese esa noche y te tapase ...

jueves, 3 de noviembre de 2016

7.000.000.000

Si nos pusiéramos a contar todas las personas que habitan el mundo, nos parecerían pocas e iguales. Nos creeríamos egoístas por robarle tanta tontería con la intensidad al universo. Por eso prefiero sentir que mientas todos duermen en la cama de otro; yo, cuando te miro, estoy otra vez en casa.

Por eso considero mas importante pedirte a gritos que te quedes a dormir, para luego mantenerte despierto toda la noche. Porque si pusiéramos a contar todas las personas que habitan en el mundo, al final nos aburriría tanta mediocridad ...Y acabaríamos por contarnos los besos que nos debemos. No nos quedaría tiempo para contar nada más.

Si nos pusiéramos a contar todas las personas que habitan en el mundo, pasaríamos mucho tiempo sin dormir. El mismo que perderíamos pensando en todas las que te cruzas al día o te has cruzado en la vida.

Por eso prefiero dedicar mi tiempo a hacer el amor contigo:
Para celebrar de esta manera que nunca sabremos a ciencia exacta tal número de personas, pero que, pese a eso, de entre todas ellas, tú te has quedado conmigo.

miércoles, 8 de junio de 2016

Tercera persona del singular.

No me he enterado de que llegaba la primavera
porque la estaba viendo venir
a Ella.
A Ella
que vino un noviembre
y convirtió las cuatro estaciones en una
de tren.
Por eso te cuento
aunque no debería
sus cicatrices.
O eso de que sus ojos
son dos piscinas
donde se enamoran los tiburones.
Su sonrisa,
que es lo más parecido a un estadio cantando la misma canción
que he visto
en su puta vida.
Con esos dientes de leche caliente en invierno
con los que marca goles al frío y
deja marca de verano.
Esa nariz,
capaz de olérselo todo
como una vidente de futuros rosas.
Su boca,
que es mi palabra favorita
en más de siete idiomas.
Ese cuello que
es la escalera de color a
esos oídos que no regalaría nunca
a otras palabras necias.
Su pelo,
que se sueña color cerveza
a orillas de una playa del norte
y duerme sobre esa cabeza
de soñadora en tierra fértil.
No quisiera contarte esto,
pero mis huellas siempre son un agujero negro en el suelo que ella ha pisado antes,
con esos pies que follan a pelo cada noche
con los míos.
No debería,
pero te hablaré de sus manos.
De esos mapas que todavía conservan restos de cada
flor
humano
animal
libro
o
ciudad
que se ha atrevido a tocarla.
Y que como si fuesen sábanas de algodón árabe
erizan mi piel hasta besarse con la suya.
Sus piernas son los pilares sobre los que quiero edificar el resto de mi vida.
Y muchos vaqueros deberían pedirle permiso
antes de rozar ese culo no apto para menores.
Podría callarme,
pero es que su tripa es un campo de flores
por el que tararear a Dylan
descalza.
Y tu ejército de enamorados lo hacen de la luna porque nunca han aterrizado en su ombligo.
Ni han escuchado cómo respira al dormir
cuando se hace hiedra cariñosa con mis piernas
mientras en mi estómago las mariposas
dan un golpe de estado anímico;
todos al cielo.
Con Ella todos los días la felicidad gana las elecciones
por mayoría absoluta de sonrisas.
Y el dolor se agacha
avergonzado y miserable
cuando la ve pasar.
Yo mientras tanto
vivo sentada en sus pestañas
porque sé que algún día
conseguirá volar con ellas.
No importa lo que llueva en el camino cuando vas donde quieres ir.
Y su cuerpo es la cerradura donde siempre encajan mis llaves
cuando necesito volver a casa.
Después de esto,
espero que me perdones
o me comprendas
Poesía,
no eres tú.
Es Ella.